El aljibe fue consustancial con la casa hispanomusulmana y
heredera en parte del binomio impluvium/compluvium
de la casa romana, como señaló Pavón Maldonado. Este
sistema de almacenaje de agua se mantuvo, y se mantiene hasta la actualidad, no siendo monopolio de la casa,
sino también de otras tipologías arquitectónicas, siempre
adjunto, subterráneo, cubierto con bóveda de medio cañón o apuntada con una amplísima gama de esquemas, en templos o antiguas mezquitas (como el de la catedral toledana, antiguo aljibe de la gran mezquita,
o el aljibe del Cristo de la Luz, un espacio cuadrangular
de nueve compartimentos de la antigua mezquita de Bab
al-Mardum, esquema similar al aljibe de la mezquita catedral de
Córdoba en baños o en calles de numerosas ciudades
hispanomusulmanas para el uso y disfrute del agua.
Toda casa toledana —granadina o cordobesa— contaba
con un aljibe cubierto, normalmente debajo del patio,
de una alberca o estanque, por lo que se posibilitaba el
almacenamiento de aguas pluviales a través de atanores
–conductos de metal o barro cocido—, aunque también
era posible a través de una conducción principal urbana
y subterránea, conocida como “saqiya” que recogía el
agua que traían los acueductos desde lejanos manantiales de la ciudad.
Los aljibes fueron alabados por Ibn Bassal, un residente toledano, autor del Libro de Agricultura, que tras la
toma de Toledo por los cristianos marchó a Sevilla. En la
taifa sevillana estuvo al servicio del califa al-Mamún, el
dignatario que convirtió la ciudad y sus jardines en uno
de los conjuntos más exquisitos y exclusivos del siglo
XI. Para Ibn Bassal, como subrayó Pavón Maldonado,
las aguas de los aljibes eran mejores que las de muchos
ríos, fuentes y pozos, y a esta calidad podía accederse
a través de una boca o brocal; pero a estos aljibes les
superaba una gran cisterna que, a imitación de Roma
y Bizancio, se ubicaba en las afueras de las ciudades,
cisternas terminales o depósitos finales del elemento
que transportaban los acueductos, y que a su vez nutrían
a casas particulares, baños y mezquitas. En el caso de
Toledo, todo parece indicar que esta cisterna terminal
estuvo intramuros, situada al lado del actual alcázar, un
enorme albercón que repartía agua por gran parte de
la ciudad.