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Ha sido grande la evolución de las costumbres piadosa en el público, en cuanto a la Semana Santa se refiere en el último siglo, en Córdoba en general en toda Andalucía.
En los primeros decenios de la anterior centuria, aún se conservaban ciertos aspectos de la devoción popular a las imágenes, que no rimaban bien con el respeto que merecían. Entre los devotos. por lo regular se establecían rivalidades, a las que no era ajena la desbordada pasión por una y otra imagen.
A principios de siglo pasado, la Semana Santa en Córdoba, como en la mayoría de las ciudades andaluzas, se revelaba por los cultos especiales a las imágenes por las que se sentía más devoción. Y en otras la costumbre se centraba por diversos aspectos devocionales de especiales características.
En Córdoba, aparte de algunas procesiones que se hacían desfilar por ciertos barrios, como el de Santa Marina, era costumbre muy enraizada en el alma del pueblo, los altares privados, que se instalaban por los vecinos. en las salas bajas de ciertas casas.
Tenían un perfil muy singular y daba tono y rumbo religioso especial a los barrios en donde encontraba más arraigo la piadosa costumbre. Nosotros al afincarnos en esta ciudad, nos vimos francamente sugestionados por este alarde devocional en el que participaban todos los vecinos de una calle.
Se alzaba un altar con la imagen del Redentor en una sala baja con ventana a la calle por lo regular. Y allí acudían las vecinas con velas y flores en cantidades abundantes como homenaje al Señor. Y en la noche del Jueves Santo, era costumbre recorrer los altares levantados en privado en los diversos barrios.
En muchos de ellos rondas de muchachos y muchachas se detenían ante la ventana para cantar saetas con más o menos gusto. Y esto atraía aún más a la gente que hacía su recorrido siguiendo esta tradicional costumbre.
De uno de los altares de los que mejor guardamos memoria, era el que se conservaba en la casa número 3 de la calle de los Judlos. Una imagen del Ecce Horno, que durante largos años estuvo expuesto a la devoción popular en una casa de la Puerta de Gallegos, y al que se conocía por el Señor de la caña o por el Cristo de los hortelanos.
Estaba instalado en una sala baja, y por él sentían los vendedores que se dirigían a la plaza con sus mercancías, en especial hortalizas, honda devoción. No pasaba uno de ellos que no se detuviera y rezara unos momentos, y también contribuyeran con unos céntimos a la conservación del minúsculo altar. la casa donde se le guardaba culto, en la que habla una barbería, hubo que reformarla y su dueño, que era un cura, se trasladó a la calle de los Judíos, ya mencionada. Allí en otra sala baja, fue instalado el Cristo de Los hortelanos, ya muy popular, y en este lugar siguió siendo objeto de gran devoción.
Pero cuando adquirió mayor auge este fervor fue en Semana Santa. los días de Jueves y Viernes Santos, era especialmente visitado por multitud de personas. El altar era adornado con gran profusión de velas y de flores, y a este exorno colaboraban las vecinas de la calle, en la noche del Jueves Santo era costumbre velar al Señor. Y en la sala baja y en el patio contiguo las vecinas de las casas cercanas acudían para asistir al «velatorio». Se rezaba y se cantaban también saetas y ya con las primeras luces del día, el dueño obsequiaba a las que hablan resistido la «vela» toda la noche, con café, aguardiente y tortas. Nosotros asistimos bastantes años a esta vela del Señor, hasta que con la muerte del dueño de la casa, cambió la propiedad y la imagen fue trasladada a una casa de la calle Duque de Fernán Nuñez. Allí fue restaurada y según los entendidos se trataba de una obra de Juan de Mesa o de un discípulo suyo. Después perdimos la pista de la que parece era una valiosa escultura
Fuente: Revista Patio Cordobés Núm. 28