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JOSÉ MANUEL BELMONTE “EL ESCULTOR DE LOS PATIOS”

 

José Manuel Belmonte (Córdoba, 1964) seguramente sea uno de los mayores exponentes de la escultura contemporánea y encuentra su esencia en la figuración y el realismo para sumergirse en el ámbito multidimencional del arte.

La proyección internacional del escultor cordobés es muy reconocida y puede presumir de tener algunas de sus obras de bronce o poliéster en espacios públicos de muchas ciudades del mundo, así como en su ciudad natal.

Su trayectoria, arriesgada y difícil, desde la atalaya de su Córdoba natal, sólo es apta para los que tienen su perseverancia y talento.

No muy lejos aún, quedan sus inicios en la Escuela de Artes y Oficios en Córdoba, donde adquirió y perfeccionó la técnica sobre los materiales desarrollando una intensa actividad escultórica, centrada en el retrato y el análisis de la fisionomía y naturaleza humana.

Un momento esencial de su carrera como artista. Sucedió en Italia, en los 90, cuando el creador cordobés, por entonces en la treintena, andaba allí perfeccionando el oficio con maestros como Rino Giannini. Una noche, según cuenta el escultor, se tomó un par de whiskys y al calor del copazo escribió en un papel su compromiso con la escultura y las líneas básicas de lo que debía ser su obra. Es un momento sin duda fundacional, un subrayado giro de la trama muy cinematográfico, pero que nos habla con claridad de la determinación de un hombre al que resulta imposible imaginar fuera del arte.

Su figura no es sin embargo es la del artista de postal, el bohemio a la parisina que cae en el esnobismo o las modas. Lejos de eso, Belmonte es un tipo corriente en sus hábitos, muy de su tierra en realidad y que admite que su oficio tiene mucho de artesano. Su estudio lo tiene en un polígono a las afueras de Córdoba y es allí donde hace vida, echando un café con los mecánicos del taller de coches de al lado si toca y dedicando muchas horas a su trabajo, pues, obsesivo en su tarea, realiza todos y cada uno de los procesos que necesitan sus obras sin ayuda externa. Una práctica poco habitual, pero que a su producción le imprime un carácter muy personal en cada pieza, que da la sensación de estar marcada en hondura por la mano del artista.

No podría ser de otro modo en un creador que lleva el arte dentro de sí desde el lejano día en el que cruzó las puertas de la Escuela de Arte Mateo Inurria para darse de bruces con una vocación que en realidad le ha transformado.

Dice Belmonte que del arte ha aprendido a ser tolerante e incluso a conocerse a sí mismo, que en cierto modo lo ha moldeado; del mismo modo también se puede decir que también él con su capacidad ha ido moldeando la sensibilidad de una ciudad que a través de su obra ha ido entrando en esa forma tan sensible y suya de ver a los seres humanos en medio de esta vorágine devastadora que a menudo es la vida.

 Homenaje a los cuidadores de los patios

 

El grupo de la puerta del Rincón instalado en el año 2014 muestra a una mujer regando las macetas de la pared mediante la tradicional caña. Para Belmonte, este grupo sólo era parte del homenaje a los patios, que ha sido completado con las imágenes de un hombre mayor y un niño.

Así, este grupo viene a completar la idea del escultor de representar en su obra  el presente de la tradición -encarnado en la figura femenina de la Puerta del Rincón- y el pasado y futuro, o lo que es lo mismo, la transmisión de la tradición, simbolizado en la maceta que el abuelo tiende a su nieto, quien subido a la escalera, le ayuda en el cuidado del patio.

Para aquellos que quieran acercarse a contemplar este segundo grupo escultórico, está situado en la Plaza de D. Manuel Garrido Moreno, que fuera durante más de 30 años, Presidente de la Asociación de amigos de los Patios Cordobeses, seguramente el mayor precursor de que la Fiesta de los Patios de Córdoba sea hoy en día Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.